jueves, 17 de diciembre de 2009

Sonrisas inmortales

Suzanne esbozaba sonrisas al óleo un día cualquiera de un mes cualquiera. Acostumbraba a tiznar el lienzo diseñando personajes dotados de su propia vida. Algunos eran rubios, con esmeraldas en vez de ojos. Otros morenos, y pelirrojos con pecas espolvoreadas por el rostro. Cuando se sentía satisfecha, recortaba las sombras que proyectaban en cada fracción de minuto y las escondía bajo el aura. No soportaba las carantoñas de la aflicción, por eso asignaba a sus personajes carcajadas inmortales; para aprender a dibujar sonrisas más allá del pincel.
Y así era como Suzanne empuñaba sus pinceles cuando colisionaba con la sinrazón; engullendo cada esquina, alternando colores y aromas con incautos pensamientos.
Y así fue como Suzanne deshizo su sonrisa bajo las sábanas.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Los labios muy rojos y los ojos muy negros

Suzanne omite sus labios bajo el carmín. Y los ojos de negro. Rubia, rock n'roll all nite. Fulminante, meteórica. La ceniza del último cigarrillo inhala sus últimas bocanadas de alcohol, mientras un amante infame, el cualquiera, se hace una raya de exasperación.
- Acércate, nena. Vamos a pasárnoslo bien. Estás preciosa - le dice, comiéndosela con la mirada entre las sábanas.
Pero Suzanne siente los labios excesivamente caricaturizados, y los ojos consumados. Trazados en el vacío de la desvergüenza, tiznados como un cuadro extraviado para transmutar el rostro de la indecencia. Mas no sirve de nada, y la heroína se abre paso entre glóbulos rojos de consternación. Arroja el pintalabios contra su propio reflejo, que detona en el eco de carcajadas renegadas. Él se incorpora de un salto y se aleja, gritando por sus pupilas dilatadas, murmurando con el Bourbon abrasando sus dedos. A trompicones.
- ¡Estás como una jodida cabra! ¡Como una jodida cabra!
Y Suzanne vuelve a sumirse en su desequilibrado desamparo, entre fragmentos de cristal y sangre derramada.

Con los labios poseídos de escarlata y los ojos satirizados de negro.
Sin sonrisas, sin aplausos al bajar el telón.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Chains of despair


Pudiera esta noche, quizá, escribir los versos más tristes del mundo. Asolada, derramar todo el agravio que causa la deficiencia recién conquistada. Rociar con sangre palabras liberadas del Tártaro de tu ausencia, escupir promesas sobre lo que no será mañana. Esbozar historias partiendo del desenlace (tan absurdamente concluso), del descarte de puntos y comas, sin mayúsculas que valgan. Sucumbir ante un suspiro relegado que evoque imágenes en tus pupilas. Omitir los colores que dialoguen sobre tu olor.

Pero todavía nos quedará el tiempo. El tiempo; para hablar de dolor.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Anochecía un 13 de noviembre, jueves.
Las calles habían sido relegadas bajo la luna de mercurio. Elevé la vista al cielo y creí descubrir al fantasma de una gran tormenta desventurada desplegando sus alas sobre una Barcelona marchita por sus pecados. Un halo de luz rasgó el cielo y un velo tejido de gotas de lluvia se derrumbó cual enjambre de fragmentos de cristal. El tiempo se detuvo un instante antes de que la primera gota arañara la tierra y mil y una lágrimas de antaño levitaron bajo la sombra del viento. Percibí la sobrecogedora caricia de un aliento rozándome la nuca y sentí cómo unos dedos férreos y perseverantes se cernían sobre mi piel.
Mis ojos escrutaron, a través de las motas de lluvia suspendidas, el rostro de la muñeca de porcelana que tomó mi mano y guió mis pasos de vuelta a la subconsciencia, congelando entre matices desgastados aquella presencia helada que trepaba por mi espalda.

domingo, 11 de octubre de 2009

Verdades

Suzanne no es más que una embaucadora, una zorra. Una impostora. Ni siquiera es capaz de arañar con los ojos su reflejo en un escaparate, ni de esbozar un cruce de miradas con el contorno de su sombra.
Ahorca jadeos melificados con la excusa de que la dejan sin aliento. Mueren cada noche, desterrando de las cuencas de sus ojos cristales de anhelos relegados.
Se entrega completamente a la magia de quimeras perdidas. Sueña más despierta que dormida, albergando sus historias y aislándolas de una realidad retraída por la codicia.
Siente la necesidad de extirpar los cinco nudos que bloquean sus bramidos y se dedican a asfixiarla paulatinamente, instante a instante. Quiere gritar. Gritar con la rabia de un titán enfurecido, de un mar encolerizado. Gritar para devolver sus m-i-e-d-o-s a la hélice de la omisión, siendo consciente de que una vez encerrados en su nuevo hogar, los extrañaría. Suzanne prefiere aferrarse con todas sus fuerzas a esos cinco nudos que corroen su garganta.
Suzanne no es más que una sadista, una despótica ilimitada. Se destruye a sí misma, derrama fragmentos de su propia alma hasta sentir vacío cada ápice de ella que no le ha robado el tiempo; desde las pestañas, cansadas de bailar a destiempo, hasta el corazón, hecho trizas por la percusión con el remite de una ifame realidad.

Suzanne prefiere continuar cicatrizando mentiras, porque no es más que una COBARDE.

martes, 29 de septiembre de 2009

Delirio II

Canta un piano descarriado doblegando su aliento por las paredes abruptas de la melancolía.
Levitan, candetemente enfrascadas en una danza desabrigada, notas damnificadas de turbación.
Late un corazón envenenado sosteniendo la mirada de un perturbado.
Acecha, oculto en un destello de luto, el sentimiento que descose la razón de los condenados.

Canta un piano descarriado doblegando su aliento por las paredes abruptas de la melancolía en un mundo en el que lo primero que se pierde es la belleza, y lo último, la memoria.

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Why not? It's ours

Nos reíamos como lunáticas y tejíamos telarañas caliginosas que conectaban nuestras miradas. Moldeábamos nuestros sentimientos hasta convertirlos en aviones de papel y disovíamos las esperanzas bajo la lluvia. Cerrábamos los ojos sin deshacer la sonrisa y nos columpiábamos hasta creer haber atrapado la luna. Infinitamente. Jugábamos como ellos, reíamos como ellos. Pensábamos como locos. Cercenábamos el mundo a tijeretazos para comérnoslo y pegábamos las sobras como nos daba la gana.

viernes, 28 de agosto de 2009


Mentiría si dijera que no me habría gustado decidir el haber nacido o no haberlo hecho. Aunque la nítida experiencia y mi índole impulsiva habrían creado la misma retraída realidad, pero al menos se me habría concedido la opción de elegir, y sería capaz de recordarme por qué estoy aquí.

Mentiría si dijera que no hubiera deseado escoger mi forma de sentir la sobrecogedora caricia del viento en un otoño venidero, de entrever los pesamientos ajenos sin ser capaz de escucharlos, de mi extravagancia al doblegar las percepciones. Aunque seguiría sin alterar la monotonía, pero habría perdido el pretexto de preguntarme si de verdad merece la pena. Si merece la pena descubrir que el resto de la humanidad no se molesta en pensar y de que tú no piensas como ellos. Si merece la pena sentirte tan solo cuando estás rodeado de gente imperfecta, y de que son esas imperfecciones las que marcan la diferencia. Si merece la pena subir el contraste de tu película en blanco y negro al máximo; los súbitos cambios de humor, de la euforia al resentimiento, esa frustración.

sábado, 22 de agosto de 2009

Date with the night

A menudo me pregunto por qué la gente no se da cuenta de que las estrellas observan nuestra incongruencia. Se burlan de nosotros, mirándonos transigentes, bañadas por sus magnitudes y sus polvos mágicos; espaciales, diáfanas. Así nos escupen, aumentando la inmundicia que se cierne bajo nuestras sombras.
De pequeña imaginaba que uno de esos ápices luminiscentes había sido derramado para que sólo yo lo mirara, pero me di cuenta de que las migajas que tiznaban el cielo de Shanklin eran las mismas que salpicaban la bóveda celeste de Gezira, Camden e incluso Montmartre. Las estrellas son más putas que cualquier fulana de las calles.

martes, 18 de agosto de 2009

Delirios deshechos


Lloré hasta el punto de tener que buscar mis propias lágrimas para enjugármelas, hasta que no quedaron indicios de su existencia, hasta verse disueltas por mis mejillas. Lloré hasta inhalar agudamente bocanadas de un aire diáfano que nunca volvería. Lloré hasta comprender que ninguna compañía me hacía bien, que estaba sola y que siempre lo estuve. Lloré hasta perder la conciencia de todo lo habido y por haber, como un amante desamparado en el más profundo de los sueños. Lloré, porque mis susurros eran recortados por la soledad de mis palabras y mi respiración rasgada por mis errores y tropiezos. Lloré, porque sólo me quedaban los viejos recuerdos; turbias imágenes que apresaban tu mirada, decrépitas e imprecisas. Lloré hasta reírme de mis sollozos, hasta no poder parar, hasta sentir dolor en el vientre y seguir riendo, a carcajada limpia. Lloré hasta creer que eran las yemas de tus dedos quienes peinaban mis pestañas, porque de alguna manera me resignaba a seguir sin ti. Porque creía sentirme fuerte pero eras tú quien me brindaba esa energía,capaz de hacerme sentir el tímido rumor del viento desgastando mis labios. Lloré porque mi afán nunca fue el suficiente para hacerme creer verdaderamente que podías sentirte orgulloso de mí. Lloré, porque no comprendía que cada día era único e irrepetible y me conformaba con arrancarle las hojas a un calendario mediocre. Y lloré, para fusilar de una vez por todas el dolor que me ocasionaba sentirme tan insignificante en un mundo de gigantes devastadores.

Tush

Vaciábamos Budweisers y nombrábamos aquellos acordes que algún día cargaríamos en la guantera del 205. Quisimos ser rock stars, recopilar groupies dieléctricas y joder hasta quebrar las 6 cuerdas de acero. Pero un día mencionaste que el amor se hace a la luz de las estrellas en noches extraviadas. Y te serví otra cerveza mientras mientras aquellas nubes declinadas por el ocaso conducían lejos nuestras promesas.

martes, 14 de julio de 2009

Violemos el blanco con tinta negra

Me gustan las personas equilibradamente desequilibradas, que no desequilibradamente equilibradas. Aquellas que poseen su propia índole de locura rudimentaria. Las que, aunque saben que pueden perder, juegan sus cartas y creen en la victoria. Las que tienen claro lo que desean pero al mismo tiempo lo ponen todo en duda.

Aquellos que arriesgan.

Porque sin arriesgar no hay furor, ni vehemencia, ni arte, ni acordes, ni pinceladas sublimes, ni tinta china. El resto es parte de una danza taciturna, sin guión, sin decorado, sin audiencia, sin luz: afónica. Teatro desvestido en el trasfondo del fluido de una crónica sin vida.

Shhhhhh.

jueves, 21 de mayo de 2009

Declive

Todavía podía percibir sus ametralladoras palabras contrayéndose en mis sienes, al ritmo de mi corazón. Quise decirle que no podía empaquetar todo lo que nos unió durante tanto tiempo en una jodida bolsa de papel reciclado y enviarlo al basurero, ¡que no había espacio suficiente! Pero mis cuerdas bucales no respondieron al fragor de mis designios y, una vez más, fui incapaz. Quise asimismo preservar parte de mi orgullo, alzar la barbilla y clavar la vista en la impasibilidad de sus ojos; realzar mi vanidad, subrayarla y recalcarla... degradar la suya. Pero, ¿me hicieron caso? No. Condenado sistema nervioso.
Abatido, cerré los ojos. Pero había más dentro que fuera; recuerdos cuya agresión me convulsionó hasta casi perder el sentido. Concisos años de sensaciones, caligrafiados con una letra perfecta en cada uno de mis resquicios cerebrales y todos quebrándome con su insistencia por ser recordados.

Decidí seguir caminando. No tenía ni la más mínima idea de adónde me dirigía... ni de dónde me encontraba. Adelanté a unos extranjeros de entre los cuales una chica comenzó a dar grititos exaltada, nombrando al grupo que llevaba en la camiseta. Crucé de largo y atisbé una sonrisa (¿o fue una mueca?). Podía advertir las luces de un crucero a lo lejos, descansando en la nueva desembocadura del Llobregat. En un primer momento, consideré la idea de contemplar la infinidad hasta que los primeros rayos del alba dorasen mis pestañas, como buen poeta. Pero esta se desvaneció con la misma diligencia con la que surgió.

Debían de rondar las 5 de la mañana cuando me adentré en un callejón repleto de prostitutas y traficantes de droga. A medida que avanzaba sopesé la contingencia de hacerme con una, hasta que aquel bosquejo fue estructurándose y ya no pareció tan absurda. Continué deshaciendo la calzada hasta que una de ellas se colgó de mi brazo entre murmullos, con acento de una mala intérprete de telenovela sudamericana. Me temblaban las piernas. Frente a mí, otras 3 cazadesamparados arremetían contra más víctimas de la desdicha. “¿Cuánto?” pregunté, con una voz demasiado abrupta y trepidante. Sus problemas con el idioma me ocasionaron dificultades, pero poseía lo necesario para efectuar la transacción.

Mi vista deambuló por el suelo de una Barcelona negligente mientras nos dirigíamos al puerto, pues no quería contrarrestar las escasas miradas que se posaban sobre nosotros. Ella se limitó a decir las mil y una vulgaridades, sin desencadenarse de ese jodido acento de fulana asequible. Quise correr cuando me encontré sentado en un banco oculto de miradas ajenas, con ella arrodillada a mis pies, bajándome la bragueta. Sacó mi miembro sin más demora y lo introdujo en su boca. El frío y la angustia dinámica me impidieron lograr una erección, y el exagerado estrépito de sus succiones no ayudó demasiado. Pero su veteranía supo distorsionar la situación; sus manos me bajaron la ropa hasta que mi culo quedó expuesto a la frescura del banco. Dejé caer mi cabeza hacia atrás. Sólo fui capaz de percibir el exánime susurro del agua, un lejano tumulto de coches y su mugrienta libación. Sumergió una mano bajo mi camiseta y me acarició los huevos con la otra. Decidí poner algo de mi parte. Colé una de mis manos por su escote y la otra por su pantalón. Se detuvo una vez para mencionarme lo bien qué lo hacía y lo cachonda que la ponía. Sorteé, aturdido, su tanga y hundí mis dedos entre el lubricante que humedecía su vagina. Nunca me había sido fácil meter un segundo dedo, e incrusté un tercero con curiosidad. Entró solo. ¿Cuánto más duró aquello? No lo recuerdo, pero conseguí acabar en su boca y ella se lo tragó, sin derramar gota alguna. Acto seguido me sentí la persona más indigente sobre la faz de la tierra. Aquel minuto se asemejaba a la eternidad: un despreciable trashumante con los pantalones bajados y la mirada perdida en un cielo completamente negro y una negra que se ganaba la vida a costa de canallas como yo entre mis piernas, con los pechos fuera y el tanga a la altura de las rodillas. Volví a colocarme los pantalones e intenté recobrar mi decencia perdida por siempre. Le tendí un billete de cien y se fue por donde había venido.

Si yo fuera Bécquer habría pasado la noche con la vista perdida en el horizonte...

domingo, 10 de mayo de 2009

¿Carácter o actitud?

Solo cuando no queda nada que ocultar a una mirada ajena desvelamos nuestra verdadera identidad. La autenticidad se encuentra presa en cuerpos inermes, cristalizados. Moldeamos un talante determinado con ayuda de nuestro carácter, de criterios y pasiones, pero siempre en relación al resto, dependiendo de quienes nos rodean.
Pero, ¿quién es el mundo para juzgar la entonación de mi voz?, ¿quiénes las sombras para desarticular la danza de dos entes paralelas?, ¿quién la memoria para presionar el stop de un orgasmo serpenteante?
Somos un horizonte vacante de engendros nublados... caricias de colores en un mar anónimo. Todo.
Y nada.

miércoles, 22 de abril de 2009

"y si..."

En realidad, una vida es mil vidas no vividas, mil posibilidades relegadas por el camino, mil ambiciones de antaño diluidas con nuestro propio pasado. La carbonización de ese abrazo que nunca llegó a consumarse arremete contra nosotros, bajo la máscara de una vida amputada y cohibida, aquella que no llegó a formarse como ente íntegro... hasta que un "y si..." nos desvela al anochecer, recordándonos que en otro tiempo, en otro lugar, él también fue sólido, que una vez fue, o pudo ser nuestra vida.
¿Rebatimos el dolor? ¿Las vidas no vividas? ¿O son ellas quienes realmente edifican nuestra definición?

domingo, 5 de abril de 2009

Contadme un cuento


Dicen que la vida es una mezcla de todo y nada.
Hay días en los que te levantas eufórico, vigoroso y con una sonrisa de oreja a oreja; días en los que decides estrellar contra la pared los rugidos del despertador, días en los que puedes permitirte encarcelar la almohada y volver a sumergirte en sueños cromáticos, días en los que trasnochas y despegas tus párpados bañados en rímel, extendido asimismo por tus mejillas y en conjunto con unas ojeras atemorizantes; días febriles, días en los que es preferible no levantarse, días en los que exterminarías todos los relojes, días que no quieres que empiecen (o que concluyan), días detonantes... detonantes. Me quedaría sorda, sorda de desgañitarme en silencio, agonizar de rabia, de incompresión, de negligencia y de que mis gritos se ahoguen antes de llegar a ninguna parte, porque ciertamente no poseen un destino definido. O quizá posean tantos que se extravían en una luz de desdicha, por el camino.

miércoles, 25 de marzo de 2009

El espejo del techo

Tendida sobre sábanas escarlatas, Khimayra paseó la mirada por el techo que cubría la habitación, hasta detenerla sobre las estrellas que decoraban el recuadro del espejo. Bañadas por la tenue luz que se filtraba por los resquicios de la ventana, parecían agasajarla con sonrisas. Ella les devolvió el gesto, llevándose después el dedo índice a los labios. Descendió por la curva de la yugular y recorrió uno de sus pechos con delicadeza, como si fuera a quebrarse en cualquier instante.
-¿Más? -susurró, con una mirada lasciva tatuada en los ojos.
Se lamió un dedo y lo deslizó por su vientre. Y al hundirse entre sus propias piernas, se vio a sí misma inundada por espasmos claroscuros. Arqueó la espalda. Sus caricias parecían danzas sobre la esencia que escapaba a borbotones de su interior. Chorreaba, e incapaz de sostener la mirada de aquellos astros deleitados, fue adentrándose en su propio cuerpo. Un gemido gutural huyó de lo más recóndito de su garganta. Perdió la consciencia de todo lo habido y por haber, de aquel instante y de los derrochados eludiblemente, de quién era realmente, y de la finalidad de aquel espejo colgado del techo. Solo quedó lugar para el placer, aquel que nunca sintió, recóndito e inimaginable. Y al borde de la derrota, rasgó sus muslos, abdomen y caderas con toda la rabia contenida concentrada en las uñas, destrozándose... Hasta que un orgasmo ascendió por su columna vertebral, atenazándola, creyéndose muerta.

martes, 17 de marzo de 2009

La gran culminación

Racionalizan lo irracionable, justificando cada movimiento objetivamente. Lo alegan con orgullo, e ignoran que antes de imparcializar deben analizar la subjetividad íntegramente.
Es más fácil coserse los párpados y amputarse los oídos... dejarse guiar por la objetividad. Atenerse a las leyes, a una conducta moral. ¿Quién se cubre los hombros con la piel del que es juzgado? Tal vez la justicia es demasiado cobarde como para subsistir cruzando miradas con condenados. Es miedo. A la subjetividad. A ser fruto de la necedad.

Pero mientras tanto, nuestros pensamientos continuarán encadenados a leyes impuestas por un ecuánime demente.

martes, 24 de febrero de 2009

Frustración

Suzanne arrojó la botella contra el asfalto, acompañando aquel estallido con un bramido. Gritó, gritó hasta que perdió todo signo de entereza... y la ira se vistió de llanto. Derramó lágrimas entre sollozos, pálida y borracha, completamente cuerda, absolutamente debastada.


Porque se aborrecía, se subestimaba y se consumía a sí misma.

martes, 17 de febrero de 2009

¿Espontaneidad?

Artista entre macarras, macarra entre artistas; audaz entre cobardes, cobarde entre audaces; insólita entre triviales, trivial entre insólitos; anarquista entre todos. Psicótica entre cuerdos, cuerda entre psicóticos.

Cada día creamos mil personajes discrepantes, fabricados por la cautivadora droga que es la provocación.

Pero, ¿quién soy yo? ¿Cuál es mi sonrisa?

Las máscaras son pedazos de carne, multipersonalidades basadas en una interpretación colectiva.

¿Autenticidad? Solo somos auténticos al tropezar. Cada error es nuestra propia definición.

viernes, 6 de febrero de 2009

Thira

La Atlántida. Soberbiamente sublime y sublimemente inmersa en la soberbiedad.
Apoteósica, legendaria, titánica, divina.
Hay quien la considera ficticia.
Pero también hay quien se cree a salvo de los poderes de antaño, que los dragones dejaron de existir hace milenios.
Son idiotas aferrados a la ciencia y a la racionalidad. Pero nadie puede mantenerse a salvo sin ver lo que tiene delante de las narices.
Porque los mitos de la Antiguedad sepultan sus raíces en la verosimilitud y, en ocasiones, la verdad esclaviza.

jueves, 29 de enero de 2009

Frenetic

Keara se inclinó para atrapar sus labios. Podía sentir cómo se abría paso hacia su alma mientras sus lenguas se entrelazaban.
Sus alientos se entremezclaron mientras ella se colocaba a horcajadas sobre su cintura.
Caleb gimió al descubrir que no llevaba nada bajo la camiseta. Sentía la piel húmeda y ardiente de los muslos de Keara mientras ésta se deslizaba sobre su vientre desnudo, haciendo estallar una hogera en sus entrañas. Deseaba poder percibir su aroma sobre la piel.
Todo su cuerpo se estremeció en oleadas de deseo cuando la mano de ella rodeó su rígido miembro.
Esa noche sería suya. Ya no había forma de huida, ni nada que los distanciara.
Volvió a estremecerse entre suspiros, con la respiración entrecortada mientras ella deslizaba la mano a lo largo de su miembro, tan endurecido que daba la sensación de que estallaría allí mismo.
Mientras tanto, sus manos delineaban cada curva y cada hueco, recorriendo su figura femenina. Deleitándose del suave tacto de su piel.

Rozó su cuello con los colmillos, y por primera vez desde hacía 1300 años sintió la sobrecogedora llamada de la sangre. Estaba terminantemente prohibido. A ningún cazador le estaba permitido saciarse con sangre humana, y tuvo que recurrir a todo el autocontrol que poseía para no hendir los colmillos en el hueco de su garganta.
Cediendo a regañadientes, asaltó de nuevo sus labios mientras deslizaba la mano bajo la camiseta en dirección a su entrepierna.
Keara se sobresaltó al sentirlo deslizarse en su interior, dejando escapar un suspiro de satisfacción y aceleró el ritmo de las caricias que le proporcionaba a su compañero.
Caleb no podía creer que estuviera tan mojada. Quería hundirse en esa humedad abrasadora. Desgarró la camiseta de arriba abjo antes de lanzarla al suelo, al tiempo que ella arqueaba la espalda cuando su lengua comenzó a juguetear con su pezón.
Él introdujo de nuevo los dedos allí donde más lo deseaba. Comenzó a trazar círculos, estimulándola hasta hacerla arder como si fuera lava; presionando con suavidad.
Keara quería más. Se moría por sentirlo dentro de ella, y más allá: quería ser su aliento, su tacto, su voz.
Y cuando alcanzó el clímax, resultó tan salvaje que echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un aullido.
No obstante, aún no habían terminado. Caleb aumentó el ritmo, y ella gimió de placer.
- Mírame -le pidió, mientras se frotaba contra ella-. Quiero que me mires a los ojos mientras te hago mía.
Y ella cedió.
Alzó las caderas y lo guió a su interior, rodeando su cintura con las piernas.
Un gemido gutural huyó de la garganta de él al observar el deseo voraz que se reflejaba en sus ojos, y la penetró aún más.
Sus gemidos se fusionaron mientras Caleb la embestía a un ritmo frenético, proporcionándole puro placer.
Un nuevo orgasmo se acercaba, y entonces sucedió. Se sintió fuera y dentro al mismo tiempo. Sintió sus embestidas, y al mismo tiempo cómo ella lo rodeaba. Como si fueran un solo ser.

miércoles, 7 de enero de 2009

¿Consejos?

Llega un momento en el que me canso de tanto consejo. La vida es un desfile de consejos, y los consejeros son tan solo personas infames que creen poseer algún tipo de autoridad moral.
Quiero cometer mis propios errores, reflexionar y deliberar si mis decisiones fueron las acertadas o no. Que no me sean amputadas las experiencias por la voluntad de un ente subordinado que cree saber más que los demás.
Más vale arrepentirse de algo vivido que añorar lo no vivido.

lunes, 5 de enero de 2009

Inexistencia del infinito

Transpasar los límites para hallar un rostro desencajado al otro lado del espejo, dueño de una mirada irreconocible. Verte como un desecho humano al borde de un precipicio, con un corazón más pesado que la pluma de Maat.
Borracho del conocimiento de la destrucción, de lo que se encuentra más allá de lo que nuestros ojos pueden ver. De lo que Nyx oculta entre las sombras.
Te transformas en un ente inferior, masa de caos y suciedad. Nadie puede distinguirte entre los demás.
Y el dolor más corrosivo es el recuerdo de que una vez poseíste ese algo que te hacía brillar, hasta cegar la vista de los que estaban a tu alrededor; que fuiste discordante, único e inimitable. Singular. Te creíste inmortal. Pero ahora te encuentras sentado al borde de un precipicio, con la mirada fija en las Keres.

Como el resto de la humanidad. Es la pérdida de uno mismo.

Delirio I

Los gusanos son la causa. Los gusanos son el comienzo.
Neurosis virtual.
Tú. Yo. Destello.
Rayos de fuego.
Fuego de luz.
¿Paranoia? Des-con-trol.
Viajes astrales.
Extraespaciales.
Lugar y momento apropiado.
Auras.
Un mínimo instante---> aleteo.
Sensaciones circulares.
El deseo de fundirnos, sentirme fluir en tu sangre, correr por tus venas.
Entornar la vista.
Escuchar los aullidos de un corazón abierto en canal.
Sacudidas eléctricas.
Un banco y dos sombras proyectadas en el suelo.
Acordes.
El telón se alza en un mundo teñido de rojo-púrpura.
Muerte entre bastidores.
Dos únicos supervivientes en la montaña rusa de la muerte.
Amanecer.

Todo. Al fin y al cabo.