domingo, 11 de octubre de 2009

Verdades

Suzanne no es más que una embaucadora, una zorra. Una impostora. Ni siquiera es capaz de arañar con los ojos su reflejo en un escaparate, ni de esbozar un cruce de miradas con el contorno de su sombra.
Ahorca jadeos melificados con la excusa de que la dejan sin aliento. Mueren cada noche, desterrando de las cuencas de sus ojos cristales de anhelos relegados.
Se entrega completamente a la magia de quimeras perdidas. Sueña más despierta que dormida, albergando sus historias y aislándolas de una realidad retraída por la codicia.
Siente la necesidad de extirpar los cinco nudos que bloquean sus bramidos y se dedican a asfixiarla paulatinamente, instante a instante. Quiere gritar. Gritar con la rabia de un titán enfurecido, de un mar encolerizado. Gritar para devolver sus m-i-e-d-o-s a la hélice de la omisión, siendo consciente de que una vez encerrados en su nuevo hogar, los extrañaría. Suzanne prefiere aferrarse con todas sus fuerzas a esos cinco nudos que corroen su garganta.
Suzanne no es más que una sadista, una despótica ilimitada. Se destruye a sí misma, derrama fragmentos de su propia alma hasta sentir vacío cada ápice de ella que no le ha robado el tiempo; desde las pestañas, cansadas de bailar a destiempo, hasta el corazón, hecho trizas por la percusión con el remite de una ifame realidad.

Suzanne prefiere continuar cicatrizando mentiras, porque no es más que una COBARDE.