En realidad, una vida es mil vidas no vividas, mil posibilidades relegadas por el camino, mil ambiciones de antaño diluidas con nuestro propio pasado. La carbonización de ese abrazo que nunca llegó a consumarse arremete contra nosotros, bajo la máscara de una vida amputada y cohibida, aquella que no llegó a formarse como ente íntegro... hasta que un "y si..." nos desvela al anochecer, recordándonos que en otro tiempo, en otro lugar, él también fue sólido, que una vez fue, o pudo ser nuestra vida.
¿Rebatimos el dolor? ¿Las vidas no vividas? ¿O son ellas quienes realmente edifican nuestra definición?