Canta un piano descarriado doblegando su aliento por las paredes abruptas de la melancolía.
Levitan, candetemente enfrascadas en una danza desabrigada, notas damnificadas de turbación.
Late un corazón envenenado sosteniendo la mirada de un perturbado.
Acecha, oculto en un destello de luto, el sentimiento que descose la razón de los condenados.
Canta un piano descarriado doblegando su aliento por las paredes abruptas de la melancolía en un mundo en el que lo primero que se pierde es la belleza, y lo último, la memoria.