Solo cuando no queda nada que ocultar a una mirada ajena desvelamos nuestra verdadera identidad. La autenticidad se encuentra presa en cuerpos inermes, cristalizados. Moldeamos un talante determinado con ayuda de nuestro carácter, de criterios y pasiones, pero siempre en relación al resto, dependiendo de quienes nos rodean.
Pero, ¿quién es el mundo para juzgar la entonación de mi voz?, ¿quiénes las sombras para desarticular la danza de dos entes paralelas?, ¿quién la memoria para presionar el stop de un orgasmo serpenteante?
Somos un horizonte vacante de engendros nublados... caricias de colores en un mar anónimo. Todo.
Y nada.
Pero, ¿quién es el mundo para juzgar la entonación de mi voz?, ¿quiénes las sombras para desarticular la danza de dos entes paralelas?, ¿quién la memoria para presionar el stop de un orgasmo serpenteante?
Somos un horizonte vacante de engendros nublados... caricias de colores en un mar anónimo. Todo.
Y nada.
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