Keara se inclinó para atrapar sus labios. Podía sentir cómo se abría paso hacia su alma mientras sus lenguas se entrelazaban.
Sus alientos se entremezclaron mientras ella se colocaba a horcajadas sobre su cintura.
Caleb gimió al descubrir que no llevaba nada bajo la camiseta. Sentía la piel húmeda y ardiente de los muslos de Keara mientras ésta se deslizaba sobre su vientre desnudo, haciendo estallar una hogera en sus entrañas. Deseaba poder percibir su aroma sobre la piel.
Todo su cuerpo se estremeció en oleadas de deseo cuando la mano de ella rodeó su rígido miembro.
Esa noche sería suya. Ya no había forma de huida, ni nada que los distanciara.
Volvió a estremecerse entre suspiros, con la respiración entrecortada mientras ella deslizaba la mano a lo largo de su miembro, tan endurecido que daba la sensación de que estallaría allí mismo.
Mientras tanto, sus manos delineaban cada curva y cada hueco, recorriendo su figura femenina. Deleitándose del suave tacto de su piel.
Rozó su cuello con los colmillos, y por primera vez desde hacía 1300 años sintió la sobrecogedora llamada de la sangre. Estaba terminantemente prohibido. A ningún cazador le estaba permitido saciarse con sangre humana, y tuvo que recurrir a todo el autocontrol que poseía para no hendir los colmillos en el hueco de su garganta.
Cediendo a regañadientes, asaltó de nuevo sus labios mientras deslizaba la mano bajo la camiseta en dirección a su entrepierna.
Keara se sobresaltó al sentirlo deslizarse en su interior, dejando escapar un suspiro de satisfacción y aceleró el ritmo de las caricias que le proporcionaba a su compañero.
Caleb no podía creer que estuviera tan mojada. Quería hundirse en esa humedad abrasadora. Desgarró la camiseta de arriba abjo antes de lanzarla al suelo, al tiempo que ella arqueaba la espalda cuando su lengua comenzó a juguetear con su pezón.
Él introdujo de nuevo los dedos allí donde más lo deseaba. Comenzó a trazar círculos, estimulándola hasta hacerla arder como si fuera lava; presionando con suavidad.
Keara quería más. Se moría por sentirlo dentro de ella, y más allá: quería ser su aliento, su tacto, su voz.
Y cuando alcanzó el clímax, resultó tan salvaje que echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un aullido.
No obstante, aún no habían terminado. Caleb aumentó el ritmo, y ella gimió de placer.
- Mírame -le pidió, mientras se frotaba contra ella-. Quiero que me mires a los ojos mientras te hago mía.
Y ella cedió.
Alzó las caderas y lo guió a su interior, rodeando su cintura con las piernas.
Un gemido gutural huyó de la garganta de él al observar el deseo voraz que se reflejaba en sus ojos, y la penetró aún más.
Sus gemidos se fusionaron mientras Caleb la embestía a un ritmo frenético, proporcionándole puro placer.
Un nuevo orgasmo se acercaba, y entonces sucedió. Se sintió fuera y dentro al mismo tiempo. Sintió sus embestidas, y al mismo tiempo cómo ella lo rodeaba. Como si fueran un solo ser.